Wednesday, October 07, 2009

un millón de asesinas



La madrugada del 2 de Agosto del presente año, en la ciudad de Puebla, Alejandra Gómez Sánchez, de 20 años de edad, ingresó a las instalaciones de la Cruz Roja de la localidad con un fuerte sangrado vaginal. Después de recibir atención médica, se determinó que la causa de dicho sangrado fue un aborto que Alejandra se provocó al ingerir pastillas de Cytotec, una presentación comercial del misoprostol. A raiz de este incidente, comenzó a vivir un infierno que bien podría ser compartido en un futuro muy cercano, por millones de mujeres mexicanas. Alejandra fue acusada de homicidio por la Procuraduría General de Justicia del estado de Puebla, acusación que aún sigue pesando en su contra a pesar de las protestas y el apoyo de grupos defensores de los derechos humanos.

En Querétaro, a seis días de la aprobación de la Ley Antiaborto por parte del congreso queretano, Denisse Amparo Ponce de León, se convirtió en la primer mujer del estado en ser detenida por el delito de aborto. La detención fue difundida en Septiembre por medio de un comunicado de la Procuraduría General de Justicia en el que se incluía una fotografía de Denisse. Se le acusa de homicidio y podría alcanzar una pena de hasta 3 años de prisión.

Vale la pena también recordar que el estado de Querétaro puede enorgullecerse de ser una de las entidades que no reconoce excepciones en la práctica del aborto, ni siquiera en casos de malformaciones o violación. En Querétaro, una mujer que haya sido víctima de una violación debe concluir su embarazo. Para contrarrestar esta aberración, y para tranquilidad de las queretanas, Alejandra Huerta, investigador en bioética del Centro de investigación social avanzada del estado (CISAV) nos informa que la Ley también estableció que se debe amparar a esas mujeres con servicios de salud pública y terapias psicológicas para que no rechacen al bebé. Si eso es lo que opina un investigador en bioética de un "centro de investigación social avanzada" no me imagino las perlas de sabiduría que deben de estar declarando a los medios los políticos y los sacerdotes de la entidad. En el mismo periódico leo que la misma investigadora declara lo siguiente: A nivel científico, desde el momento de la fecundación ya hay un ser humano. Listo, problema resuelto. La investigadora nos ha hecho el favor de resolver el asunto sin dejar ninguna duda ni espacio para discusión.

El caso de estas dos mujeres es indignante. No es solo un atropello a los derechos de las mujeres a elegir sobre su propio cuerpo, sino un atentado a los derechos humanos más básicos.

La vida y el destino de millones de mujeres en este país se encuentra a merced de políticos corruptos y desinformados que toman estas decisiones siguiendo argumentos dogmáticos insostenibles. No es una casualidad que Querétaro sea uno de los estados con más presencia de la iglesia católica a nivel nacional.

En la gran mayoría de los casos, los legisladores que votan y aprueban estas leyes lo hacen siguiendo preceptos religiosos, como lo es ese socorrido argumento que dice que el ser humano es único e irrepetible desde el momento de su concepción porqué desde entonces posee un alma. De esta forma es posible equiparar un aborto en el primer trimestre de la gestación con un asesinato. El problema es el siguiente: todos los ciudadanos de este país tienen derecho a creer en lo que les dé la gana, pero los argumentos y preceptos religiosos no tienen ninguna cabida en la política ni en la formulación de las leyes. Habría que recordarles a los legisladores que en este país existe la ibertad de culto, y que algunos de nosotros no simpatizamos con sus ideas ni creemos en la existencia de nada parecido a un alma, por lo que no tenemos la menor obligación de atenernos a una ley que fue concebida tomando como base esos principios.

Se estima que en este país, cerca de un millón de mujeres cada año se ven obligadas a practicarse abortos clandestinos en condiciones higiénicas inenarrables. Esto propicia que aparezcan complicaciones como hemorragias e infecciones que cobran miles de vidas anualmente.

Si hemos de apegarnos estrictamente a la aplicación de estas nuevas leyes antiaborto, tendríamos que juzgar y condenar como criminales a un millón de mujeres mexicanas año tras año, lo cual, ante los ojos de cualquier persona medianamente razonable, es una insensatez.

En mi opinión personal, creo que la mujer tiene el derecho absoluto e irrestricto de decidir la interrupción de un embarazo que se encuentre cursando el primer trimestre de la gestación. Después de las 12 semanas, y solo después de las 12 semanas, podemos sostener que han aparecido en el feto atributos característicamente humanos, como lo son el desarrollo del cerebro. En el transcurso de los primeros días semanas, filogenéticamente hablando, el embrión es indistinguible de un reptil o un ave. No hablemos ya de las primeras 72 horas después de la concepción (que es también el periodo en el cual puede usarse con efectividad la píldora del día siguiente) en el cual la mórula es un conjunto de 64 células.

Lo siento, pero me parece simplemente insostenible que alguien pretenda equiparar 64 células con un ser humano. O que alguien afirme que el evitar que 64 células se adhieran a la pared del endometrio es un homicidio. Es simplemente ridículo.

El problema es que este tipo de hechos científicos no están contemplados en la discusión de la penalización del aborto. Sería mucho pedir de nuestros políticos el que intentaran informarse acerca de estas cuestiones. Como lo dije, la ciencia no entra en esta discusión, sino los preceptos religiosos alusivos al alma que supuestamente adquiere el embrión desde el mismo momento de su concepción.

Habría tambien que recordarles a los políticos mexicanos que se encuentran actualmente promoviendo y aprobando esas leyes estúpidas que permiten que una mujer pase tres años en prisión por abortar, que lo que se pretende defender aqui no es la vida por sí misma, entendida desde la estricta definición biológica, sino la vida humana.

A continuación cito algunos pasajes de un artículo que Carl Sagan publicó en 1990 en la revista Parade, con el título "The question of abortion: A search for answers". Desgraciadamente, son precisamente este tipo de argumentos y discusiones las que nunca aparecen en la mesa cuando se aprueban leyes que pretenden equiparar a una mujer con un criminal por ser culpable del imperdonable delito de decidir sobre su propio cuerpo.


Hoy por hoy no existe el derecho a la vida en ninguna sociedad de la Tierra, ni ha existido en el pasado (con unas pocas excepciones, como los jainistas de la India): criamos animales de granja para su sacrificio, destruimos bosques, contaminamos ríos y lagos hasta que ningún pez puede vivir en ellos, matamos ciervos y alces por deporte, leopardos por su piel y ballenas para hacer abono, atrapamos delfines que se debaten faltos de aire en las grandes redes para atunes, matamos cachorros de foca a palos, y cada día provocamos la extinción de una especie. Todas esas bestias y plantas son seres vivos como nosotros. Lo que (supuestamente) está protegido no es la vida en sí, sino la vida humana.

La mayoría de quienes defienden el "derecho a la vida" no se refieren a cualquier tipo de vida, sino, especial y singularmente, a la vida humana. También ellos, como los partidarios de la elección, deben decidir qué distingue a un ser humano de otros animales y en qué momento de la gestación emergen esas cualidades específicamente humanas, sean cuales fueren.
Pese a las numerosas afirmaciones en contra, la vida no comienza en el momento de la concepción; es una cadena ininterrumpida que se remonta a los orígenes de la Tierra, hace 4.600 millones de años.
Tampoco la vida humana comienza en la concepción, sino que es una cadena ininterrumpida que se remonta a los orígenes de nuestra especie, hace cientos de miles de años. Más allá de toda duda, cada espermatozoide y cada óvulo humano están vivos. Es obvio que no son seres humanos, pero lo mismo podría decirse de un óvulo fecundado.

En algunos animales, un óvulo puede desarrollarse hasta convertirse en un adulto sano sin la contribución de un espermatozoide. No sucede así, por lo que sabemos, entre los seres humanos, Un espermatozoide y un óvulo no fecundado comprenden conjuntamente toda la donación genética de una persona. En ciertas circunstancias, tras la fecundación pueden llegar a convertirse en un bebé. Sin embargo, la mayoría de óvulos fecundados aborta de modo espontáneo. La conclusión del desarrollo no está garantizada. Ni el espermatozoide ni el óvulo aislados, como así tampoco el óvulo fecundado, pasan de ser un bebé o un adulto potenciales. ¿Por qué, pues, no se considera asesinato destruir un espermatozoide o un óvulo si uno y otro son tan humanos como el óvulo fecundado producido por su unión, y en cambio sí se considera asesinato destruir un óvulo fecundado, aunque sólo sea un bebé en potencia?
De una eyaculación humana media surgen centenares de millones de espermatozoides (agitando la cola y a una velocidad de 12 cm por hora). Un hombre joven y sano puede producir en una o dos semanas espermatozoides suficientes para doblar la población humana de la tierra. ¿Significa esto que la masturbación es un asesinato en masa? ¿Qué decir, entonces, de las poluciones nocturnas o del simple acto sexual? ¿Muere alguien cuando cada mes se expulsa el óvulo no fecundado? ¿Deberíamos llorar todos esos abortos espontáneos? Muchos animales inferiores pueden desarrollarse en laboratorio a partir de una sola célula corporal. Las células humanas pueden ser objeto de clonación. (La cepa más famosa quizá sea la He La, bautizada así por Helen Lane, su donante.) a la luz de tal tecnología, ¿sería un crimen en masa la destrucción de células potencialmente clonables? ¿Y el derramamiento de una gota de sangre?
Todos los espermatozoides y óvulos son mitades genéticas de seres humanos potenciales.
¿Es preciso hacer esfuerzos heroicos por salvar y preservar a todos y cada uno, en razón de ese "potencial"? Existe desde luego, una diferencia entre suprimir una vida y no salvarla. También es muy distinta la probabilidad de supervivencia de un espermatozoide de la de un óvulo fecundado. Sin embargo, el absurdo de un cuerpo de ínclitos conservadores de semen nos lleva a preguntarnos si es el simple "potencial" que tiene un óvulo fecundado de convertirse en un bebé convierte realmente su destrucción en un asesinato.
En todo el mundo, la causa más frecuente de aborto es, con mucho, el control de la natalidad. ¿No deberían, entonces, los adversarios del aborto distribuir anticonceptivos y enseñar su uso a los escolares?
Ése sería un medio eficaz de reducir los abortos. Por el contrario, Estados Unidos se halla muy por detrás de otras naciones en el desarrollo de métodos seguros y eficaces de control de la natalidad y, en muchos casos, la oposición a tales investigaciones (y a la educación sexual) ha procedido de las mismas personas que se oponen al aborto.

Si uno mata deliberadamente a un ser humano, se dice que ha cometido un asesinato. Si el muerto es un chimpancé (nuestro más próximo pariente biológico, con el que compartimos el 99,6% de genes activos) cualquiera, entonces no es asesinato. Hasta la fecha, el asesinato se aplica sólo al hecho de matar seres humanos. Por eso resulta clave en el debate sobre el aborto la cuestión del momento en que surge la personalidad (o, si se prefiere, el alma). ¿Cuándo se hace humano el feto? ¿Cuándo emergen las cualidades distintivamente humanas?

¿Cuándo accede, pues, un feto a la personalidad, habida cuenta de que sólo una persona puede ser asesinada? ¿Cuándo la cara se torna claramente humana, cerca del final del primer trimestre? ¿Cuándo reacciona ante estímulos, también al final del primer trimestre? ¿Cuándo se torna lo bastante activo para que la madre lo sienta, hacia la mitad del segundo trimestre? ¿Cuándo los pulmones alcanzan un grado de desarrollo suficiente para que el feto pueda respirar por sí mismo, llegado el caso, el aire exterior?
Lo malo de estos hitos del desarrollo no es sólo que sean arbitrarios: más inquietante resulta el hecho de que ninguno implica características exclusivamente humanas, al margen de la cuestión superficial de la apariencia facial. Todos los animales reaccionan ante los estímulos y se mueven a su antojo. Muchos son capaces de respirar. Sin embargo, eso no impide que los matemos por miles de millones. Los reflejos, el movimiento y la respiración no son lo que nos hace humanos.

Otros animales nos superan en velocidad, fuerza, resistencia, a la hora de trepar, excavar o camuflarse, en vista, olfato, oído, o en el dominio del aire o del agua. Nuestra única gran ventaja es el pensamiento. Somos capaces de reflexionar, de imaginar acontecimientos que todavía no han sucedido, de concebir cosas. Así fue como inventamos la agricultura y la civilización. El pensamiento es nuestra bendición y nuestra maldición, y nos hace ser lo que somos.
El pensamiento tiene lugar, desde luego, en el cerebro, sobre todo en las capas superiores de la "materia gris" replegada que llamamos corteza cerebral. Cerca de 100.000 millones de neuronas cerebrales constituyen la base material del pensamiento. Las neuronas están unidas entre sí y sus conexiones desempeñan un papel crucial en lo que llamamos pensamiento, pero la conexión a gran escala de las neuronas no empieza hasta el sexto mes de embarazo.


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